
Hoy, en el albor del siglo XXI, me quedo consternado viendo como sucede casi lo mismo con el voto de los ideológicamente abertzales radicales. Algo que en sí mismo no tiene por qué ser malo. Yo nunca he visto como deleznable ni al abertzalismo ni a los radicales, aunque no comparta ni su ideología ni sus intenciones. Unos defienden sus ideas nacionalistas con más o menos vehemencia y resultado, y otros son en sus actitudes contundentes por convencimiento. El problema empieza cuando los dos conceptos se juntan y se entremezclan el nacionalismo exacerbado, independentista a ultranza y por encima de cualquier otra cosa, y la defensa de la violencia para conseguir sus propósitos pese a quien pese y caiga quien caiga.
Veo con mucha preocupación como están a la caza del voto violento todos los partidos nacionalistas. Primero fue EA, que por cierto fracasó electoralmente con este mensaje. Luego Aralar, en una escalada sin precedentes, y con una estrategia alocada que les acerca más a sus orígenes. Y ahora el PNV que, incomprensiblemente, aprovecha en sentido contrario el desmantelamiento de los herederos de ANV para aproximarse peligrosamente a ellos en un alarde mediático y yo diría que indecente.
Es increíble que cuando lo que hay que hacer es achicar más su espacio, como pensaban todos los nacionalistas, fueran del signo político que fueran hace bien poco, lo que hacen es disputarse su voto como si en ello les fuera algo más que su aumento electoral.
Y me pregunto ¿merece esto tanto desprecio hacia las víctimas y la sociedad que los sufre en general?
Yo tengo clara la respuesta: NO. Y creo conocer su respuesta dada en la barra de un bar o en conversación privada. Entonces, ¿por qué lo hacen, y lo que es peor, lo permiten?
Si el Sr. Cayo levantara la cabeza
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